Desde que llegamos a Santiago nos quedamos en el Oncogar, donde nos recibieron con mucho amor y dedicación. Cuando sientes que ya no tienes fuerza, que todo se derrumba, ahí están ellas: las Damas de Café, amigas incondicionales, siempre dispuestas a ayudar a quien lo necesite. Nos hicieron sentir parte de su familia, en un ambiente grato, de amistad y solidaridad. Carlos tan solo era un niño de 14 años, cuando le diagnosticaron cáncer infantil, desde entonces hemos aprendido a luchar, a dar lo mejor de nosotros, a no rendirnos jamás. Han pasado 5 años y aún el dolor no se va, pero lo hemos transformado en esperanza, en ganas de estar aquí. Han sido años de una gran lucha junto al héroe más importante de esta historia: mi hijo Carlos Rocco.
Gracias mis queridas Damas de Café😙😙❤